El historiador José Manuel Villalpando, desde una postura desafiante, sostiene que el actual gobierno está más cerca de Juárez que la misma izquierda. Su colega Guadalupe Jiménez Codinach, quien prepara la exposición del
prócer para el Museo Nacional de Historia, prefiere despojarlo del hálito de semidiós en el que lo encumbró la historia oficial. Por su parte, el filósofo Antonio Ordóñez, cónsul en Rio de Janeiro, asienta que el
gobierno de Fox cumple el ideario liberal.
Sumado al siempre creciente número de biógrafos de Benito Juárez, el historiador José Manuel Villalpando deja en claro que al prócer oaxaqueño, nacido en 1806, “no le queda la bandera de la izquierda”, que su proyecto de nación fue “totalmente de derecha” y hasta aventura que si ahora viviera sería el candidato de Acción Nacional.
El deseo de desmitificar al héroe y hacerlo un hombre terrenal, no un “semidiós” al estilo Hércules, está también en la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, curadora de la exposición El buen ciudadano: Benito Juárez, 1806-2006, que se presentará en el Museo Nacional de Historia (MNH) del Castillo de Chapultepec en julio próximo, quien lo describe así:
“Fue un ser humano, con virtudes y defectos, con aciertos y errores. La tarea del historiador actual es estudiarlo, comprender su época y darlo a conocer tal como la evidencia existente nos lo presenta: un hombre de fe recia en la ley, en su causa, a veces rígido, poco sensible a algunos problemas sociales debido a su ideología liberal centrada en el individualismo, respeto absoluto a la propiedad privada, la economía de mercado; poco sensible a la destrucción de monumentos históricos como conventos, iglesias, bibliotecas.”
A petición de Proceso, los historiadores hacen un recuento de los biógrafos de Juárez y de cómo en la llamada “historia de bronce” se le ha exaltado hasta crear un ser casi sobrehumano, mientras que en parte de la derecha se le ha denostado sobre todo tras haber expropiado al clero sus bienes mediante las Leyes de Reforma.
Entre las obras más reconocidas se encuentran Juárez: su obra y su tiempo, de Justo Sierra; Juárez y su México, de Ralph Roeder; y Juárez, de Brian Hamnett. Han sido mucho más numerosas las biografías enaltecedoras que las denostadoras. Entre estas últimas se recuerdan El verdadero Juárez y Juárez y las revoluciones de Ayutla y de la Reforma, de Francisco Bulnes, y la serie de José Fuentes Mares.
Villalpando, quien acaba de publicar en Planeta Benito Juárez. Una visión crítica en el bicentenario de su nacimiento, recuerda que desde el momento de su muerte comenzó la tarea de sus biógrafos, pero que sin duda el caudal se incrementó al celebrarse en 1906 el primer centenario de su nacimiento. Entonces estaba en la Presidencia Porfirio Díaz, quien aunque había sido discípulo de Juárez se le rebeló y deseaba conocer su propia popularidad entre el pueblo para contraponerla a la del prócer.
Así es como “hace la presión suficiente” para que el escritor, historiador, polemista y periodista Bulnes escriba su par de volúmenes en los cuales —dice el historiador— “pone una zarandeada a don Benito”, especialmente por el Tratado Mac Lane-Ocampo.
En respuesta, un grupo liderado por Justo Sierra decide responder a Bulnes y “tenemos una marea de libros de Juárez maravillosos”. Entre ellos cita el historiador El Juárez glorificado, de Ramón Frías y Soto; Las traiciones de Juárez, de Fernando Iglesias Calderón; y Juárez estadista, de Ezequiel A. Chávez.
Vino luego la serie de libros de Fuentes Mares: Juárez y los Estados Unidos, Juárez y la intervención, Juárez y el imperio, y Juárez y la República, calificados por Villalpando como “lo mejor que se haya hecho sobre Juárez”, aunque con un enfoque conservador, “pero tampoco radical del Yunque de aquel tiempo, sino conservador sensato y pensante”.
El centenario de la muerte de Juárez, en 1972, con la “dictadura intelectual” del presidente Luis Echeverría, dio pie a otra cantidad de libros sobre el oaxaqueño, “todos de corte oficial”. Posteriormente surgieron otras obras ubicadas en los extremos, como Juárez marxista, de Salvador Abascal, padre del actual Secretario de Gobernación, o el “bucólico” Un indio zapoteca llamado Benito Juárez, de Fernando Benítez.
Luego vendrían las revisiones de Enrique Krauze, Brian Hamnett y, ahora en el bicentenario, el libro Juárez, el republicano, de Josefina Zoraida Vázquez, editado por la Comisión de Libros de Texto Gratuitos, distribuido en todas las escuelas primarias y secundarias (véase recuadro).
A decir de Villalpando, este libro se aparta de lo oficial e incorpora datos hallados por él, como el que Margarita Maza no era hija del patrón de Juárez, sino adoptada, y cuando él se casó con ella era viudo y ya tenía dos hijos, “datos que permiten ver a Juárez de una manera distinta al de la estatua de bronce”.
—Más humano pero no menos héroe.
—Sí, no menos héroe, pero el chiste es ser héroe siendo humano; si se es superhumano, para qué.
Juárez, el globalizador
Hace un par de semanas, Jiménez Codinach estableció, en un acto para dar a conocer la exposición del MNH, la necesidad de colocar a Juárez en su justa dimensión. Y dice a Proceso que el personaje ha sido alabado en exceso, aunque también criticado por sus detractores, pero “en general ha sido más elogiado que explicado”.
—¿La historia oficial ha creado un personaje ficticio?
—En parte sí. Juárez ha sido utilizado por diversos regímenes para justificarse. Se ha exaltado, por ejemplo, la Constitución de 1857 como producto de una generación de demócratas. No lo fue. La constitución causó gran oposición en la época y fue producto de una facción liberal que no tomó en cuenta realidades del país.
Un claro ejemplo en opinión suya fue el hecho de que la población vivía en comunidades, familias, cofradías o grupos corporativos, y el “excesivo individualismo” de los liberales no apreció esa realidad:
“Los liberales de la época de Juárez no eran antirreligiosos pero a veces fueron violentos anticlericales y cometieron excesos, por ejemplo el general Jesús González Ortega.”
Se ha señalado como uno de los desaciertos del régimen juarista el Tratado Mac Lane-Ocampo. La historiadora precisa que el enviado de Washington, D.C., Robert Mac Lane, insistía en cesiones territoriales como la de Baja California pero Juárez se opuso. En cambio aceptó que Estados Unidos transitara en el Istmo de Tehuantepec y en el norte del país.
Para Villalpando el tratado —al cual califica como una “traición total” que “nos entregó”— contenía una cláusula que, fuera de su contexto, constituye un tratado de libre comercio con Estados Unidos, por lo cual juzga a Juárez como “el primer globalizador de nuestra historia”.
—¿Fue un precursor?
—Más bien yo lo vería como visionario y estadista. La parte verdaderamente de estadista concibió un país que apenas hoy se está empezando a vivir.
El historiador tiene la teoría de que el actual gobierno es “casi juarista”. Y es que en el texto Justificación de las Leyes de Reforma se vislumbran elementos que bien pueden identificarlo con los postulados del neoliberalismo.
Para Juárez, por ejemplo, las pensiones para jubilados significaban una carga para el erario y por ello se pronunciaba más por lo que hoy se llama “Sistema de Ahorro para el Retiro”. Escribió:
“Uno de los más graves males que hoy sufre el Tesoro de la Nación, a consecuencia de las disposiciones del gobierno español durante el régimen colonial y del desorden con que posteriormente se ha abusado de ellas, es esa multitud de pensionistas de los ramos civil y militar, que pretenden vivir sobre el erario, con los títulos de retirados, cesantes, jubilados, viudas y otras denominaciones.”
El entonces presidente propugnaba por juicios por jurados, que apenas comienzan a tenerse; por la libertad irrestricta de prensa; y por una economía nacional fundada en capitales extranjeros:
“¿No es maravilloso?”, pregunta Villalpando al tiempo de aclarar que aunque el candidato a la Presidencia por el PRD Andrés Manuel López Obrador ha ponderado la austeridad juarista, en los hechos Juárez no fue así:
“O sea, Juárez no es El Peje, ¿eh? El sueldo del presidente de la República de su tiempo no es de ‘honrosa medianía’, es de 3 mil pesos al mes. ¿Qué significa esto? Compró un coche —según él mismo cuenta en su estado de bienes— en 500 pesos, un descapotable con un tronco de mulas.”
Además, continúa, don Benito tenía tres casas en el centro de la Ciudad de México y dos en Oaxaca, cuyo valor equivalía, cada una, al sueldo de un año del presidente. A su esposa Margarita le compró una finca de recreo en San Cosme y otra casa más en Oaxaca:
“Había lanita. La ‘honrosa medianía’ la interpreto, en son de broma, de que la mitad de su vida presidencial en el desierto fue pobre, pero la otra mitad, cuando regresó a México en 1867, era muy rico. O sea, es falsa la austeridad republicana, tenía dinero y mucho.”
Para Juárez, abunda el historiador, el presidente de la República debía estar muy bien pagado, quizá no ser millonario, pero sí recibir un buen pago para no robar. Su sueldo no lo había establecido él, se estableció en 1824 y permaneció igual hasta la llegada de Porfirio Díaz a la Presidencia, quien fijó un incremento del doble.
—¿Y esa imagen de “civil republicano, estoico y austero”, vestido de levita negra que Zoraida Vázquez dice se construyó Juárez?
—Fue a propósito, para demostrar que no era indio.
Juárez, el buen ciudadano
Aclara que Juárez no renegaba de su origen, sino que —narra en Apuntes para mis hijos— se dio cuenta desde chico de la necesidad de hablar castellano para relacionarse con otras personas. Su mérito, subraya, Villalpando, fue haber cambiado su destino de pastor pobre, haber dicho “hasta aquí” y haber ido a estudiar a la ciudad, en donde se asumió y vistió como en su tiempo para competir contra los abogados blancos, los jueces, y más tarde conocería la investidura presidencial.
Juárez, indica, supo dónde estaba ya y deseaba sacar a los indios “de la estúpida miseria en la que viven”. Así lo decía. Por lo cual dicta una ley de igualdad entre blancos e indígenas, pero no funcionó.
“En realidad suena feo, pero Juárez estaría dispuesto a afirmar que el indigenismo, o sea el indígena, es un estado de ánimo. Para él no había diferencia entre pensarse indio y pensarse ciudadano, o más bien pensarse indio significaba no pensar.”
Consideraba al trabajo individual, continúa Villalpando, como la base del progreso, y por ello no pensó ni en la protección de los miserables ni en ser indigenista.
E insiste en que el gobierno foxista es más liberal pese a que en la opinión pública se le ha criticado de conservador, pero debido a su ignorancia sobre Juárez y al trauma de que por encima de todo fue perseguidor de la Iglesia, no se le reconoce:
“Los papeles ya se cambiaron, los conservadores de antaño, es decir en ese tiempo con Lucas Alamán, son los priistas y perredistas de hoy.
“Conservador no significa ser enemigo de Estados Unidos, significa querer conservar las cosas como están; en aquel tiempo querían conservar a México fuera de Estados Unidos, ahora quieren conservar a México como era de la época revolucionaría para acá. Ése es el conservadurismo.
“El liberal de aquel tiempo ya no es el liberal de hoy. Hoy es el PAN, casualmente. Consúltese el documento Justificación de la Reforma del 7 de julio de 1859, escrito por el presidente Juárez; está uno leyendo un informe de gobierno de Salinas de Gortari o de Zedillo. El presidente Juárez quiso devolver el voto a los sacerdotes y no lo dejaron, y lo consiguió el presidente Salinas. Juárez acabó con la Iglesia no por ser la Iglesia, sino porque era un monopolio y entonces le expropió los bienes para repartirlos ¿con quién? Entre los latifundistas, no en el pueblo, ¿eh?”
Subraya:
“Entonces la bandera de la izquierda no le queda a don Benito; aunque se oiga peor, don Benito era de derecha. Totalmente.”
Y resume del documento sobre la Reforma:
“Capital extranjero, sistema para el retiro, pocos impuestos, libertad absoluta... Es un programa totalmente de derecha.”
Jiménez Codinach coincide con otros investigadores en el sentido de que los pensamientos liberal y conservador se fundieron en la cultura política del país:
“Hay que aclarar que los liberales y los conservadores eran ambas cosas en ciertos momentos. Y eran una minoría, la mayoría de la población no lo era. Hay personas como Alamán, conservador en política y liberal en lo económico. Justo Sierra y otros fundan el periódico La Libertad, liberal-conservador. La fusión de ambas tendencias fue más clara en el Porfiriato.”
El bicentenario del natalicio del prócer, a celebrarse este 21 de marzo, será sin duda momento para seguir revisando su historia. En ese marco se inscribe la exposición curada por Jiménez Codinach cuyo título se toma de una declaración del propio Juárez, hecha en enero de 1861:
“Dos cosas calmarán mis deseos; la primera, el espectáculo de vuestra felicidad, y la segunda, merecer de vosotros para legarlo a mis hijos, el título de buen ciudadano.”
La muestra “intentará explicar su vida, su obra y su época. Su origen, las influencias en su formación, sus experiencias vitales, su azarosa vida como abogado, profesor, rector, magistrado, gobernador de Oaxaca, prisionero en dos ocasiones, migrante pobre en los Estados Unidos, revolucionario en el Plan de Ayutla, ministro, presidente interino y constitucional, amante, esposo y padre de sus 12 hijos. Toda esta vida y obra serán fundamentadas en testimonios y en unos 200 objetos de la época”. l
Judith Amador Tello