Cesar Chavez
El primer movimiento de defensa de los trabajadores inmigrantes
Autor:Jaime E. Olivares
Citado de Diario La Opinión
19 de marzo de 2004
No es la historia la que hace a los héroes, sino los hombres que saben interpretar los signos de su tiempo y se convierten en líderes de movimientos liberadores que trascienden su época y su limitado espacio de acción.
César Chávez, un sencillo trabajador del campo nacido en Arizona, en 1927, y sin mucha educación en su juventud, sufrió en carne propia los abusos que se cometían contra los campesinos en California, en su mayoría inmigrantes mexicanos, y gradualmente tomó la decisión profunda e irrevocable de dedicar su vida a combatir esa injusticia.
Al hacerlo, fue construyendo —casi sin quererlo— el primer movimiento efectivo de defensa de los derechos de los trabajadores inmigrantes latinos en Estados Unidos.
Y a ese movimiento se deben muchos de los beneficios y conquistas sociales conseguidos en las últimas cuatro décadas del siglo XX, no sólo por los campesinos, sino también por los obreros de las fábricas urbanas, de los operadores en talleres de costura, los conserjes, los empleados de hoteles y restaurantes y tantos otros que antes no tenían una voz que denunciara las injusticias a que eran sometidos.
Aunque su foco principal fue siempre el campesino, sin importar si era extranjero o nacido en este país, con el tiempo la lucha de Chávez se fue propagando como un incendio subterráneo entre los inmigrantes anónimos que trabajaban clandestinamente en los centros laborales urbanos, con frecuencia en tan malas o peores condiciones que las de sus hermanos del campo.
Sus ideas y métodos de lucha fueron reflejo y parte de la revolución cultural de los años 60 en Estados Unidos, cuando culminaba el movimiento por los derechos civiles encabezados por el líder afroamericano Martin Luther King, Jr. y se extendía el sentimiento pacifista como reacción a la intervención estadounidense en la Guerra de Vietnam.
Los derechos civiles de los campesinos
César Chávez recibió su formación básica como defensor de los derechos civiles en la Organización de Servicio Comunitario (CSO), fundada en Los Angeles en 1947 por Antonio Ríos, Edward Roybal y Fred Ross.
Durante 10 años trabajó organizando grupos latinos, en varias ciudades de California, que promovían el registro de votantes, la batalla contra la brutalidad policial y por mejoras en los barrios.
Pero en 1962 renunció a la CSO, se estableció en Delano, un pueblo agrícola cerca de Bakersfield, y fundó la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas (NFWA), precursora del Sindicato de Trabajadores del Campo (UFW), que más tarde creó junto a Dolores Huerta y a la que dedicó el resto de su vida.
En aquella época, la mayor parte de los inmigrantes indocumentados que vivían en California trabajaban para la gigantesca industria agropecuaria del estado más rico de la nación. Chávez se dio cuenta de que su verdadera misión estaba allí, entre esos hombres y mujeres que no podían votar, que no podían quejarse, que vivían con el temor de ser deportados y se veían obligados a soportar condiciones infrahumanas de trabajo, salud y vivienda.
Allí comenzó su larga labor de defensa, organización y sindicalización de los campesinos, utilizando métodos no violentos de lucha como el boicot, la huelga, las marchas, los ayunos prolongados de protesta, la desobediencia civil. Sus frutos: mejores salarios, cambios en las leyes que reconocieron derechos de los trabajadores agrícolas y niveles de vida más aceptables para los que producen los alimentos que comemos.
Pero, sobre todo, el despertar de una conciencia cada vez mayor de que “Sí se puede” —como era su lema— hacer un cambio a través de la lucha organizada de los trabajadores.
La lucha se extiende a la ciudad
Desde mediados de la década de los 70 y hasta fines de los 90, el flujo de inmigrantes latinoamericanos hacia California siguió aumentando. A los provenientes de México se sumaron cientos de miles de centroamericanos que huían de las guerras civiles y el caos en sus respectivos países.
La mayoría de estos nuevos inmigrantes no se fue al campo, sino que se estableció en las grandes ciudades del Estado Dorado, especialmente en el área metropolitana de Los Angeles, donde muchas industrias manufactureras y de servicios acogieron con los brazos abiertos —y los bolsillos bastante cerrados— esta infusión de mano de obra barata que les permitía mejorar sus ganancias.
Los sindicatos tradicionales, que habían perdido membresía en las últimas dos décadas, estaban un poco desconcertados ante esta nueva generación de trabajadores que hablaban español y que se hacían cada vez más numerosos. Se vieron obligados a promover líderes sindicales latinos que hablaban el mismo idioma de los inmigrantes y entendían su cultura.
Siguiendo las enseñanzas y los métodos de César Chávez, con quien trabajaron en su juventud, surgieron en Los Angeles sindicalistas como Eliseo Medina, vicepresidente ejecutivo del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU), Manuel Contreras, actual secretario ejecutivo de la Federación del Trabajo de Los Angeles, y María Elena Durazo, presidenta de la Local 11 del Sindicato de Trabajadores de Hoteles y Restaurantes (HERE).
Muchos otros discípulos directos o indirectos de Chávez están ahora en las ciudades organizando a los trabajadores inmigrantes. Además de las reivindicaciones laborales específicas para cada sindicato, hay un objetivo común que fue adoptado por la AFL-CIO en el año 2000, en una histórica decisión: el de la legalización de los indocumentados.
Las presiones de los sindicatos han logrado persuadir a varios congresistas, y hasta a la Casa Blanca, a presentar proyectos de ley para regularizar la situación legal de los trabajadores inmigrantes.
En la celebración de su natalicio y a casi 11 años de su muerte, la estela de César Chávez continúa iluminando el camino de emancipación de los trabajadores.
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