martes, mayo 23, 2006

El rescate de Estados Unidos por México




Los inmigrantes mexicanos son pieza clave en la resucitación de las luchas sociales en Estados Unidos. Están en las batallas sindicales, en la organización comunitaria, la defensa del medio ambiente, las demandas de educación, salud y vivienda. Como los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos de todas partes del mundo a lo largo de dos siglos, los trabajadores mexicanos representan el renacimiento de la lucha popular estadunidense

Autores: JIM CASON Y DAVID BROOKS
Citado de Periodico La Jornada DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2002

CUANDO CIENTOS DE TRABAJADORES inmigrantes mexicanos en un rastro y empacadora de carnes en Omaha, Nebraska, votaron hace un par de meses por afiliarse a un sindicato, revirtieron más de dos décadas de derrotas para el movimiento sindical estadunidense en esa industria y ofrecieron un vistazo a un futuro posible: el de rescatar la democracia y los derechos básicos de todos los estadunidenses.
Las comunidades mexicanas ahora aparecen en casi cualquier ciudad y cada vez más pueblos y zonas rurales de este país. Más allá de los lugares esperados como Los Ángeles, Chicago o Texas, en lugares escondidos como Kennet Square, Pennsylvania, o Homestead, Florida, ahora hay tiendas mexicanas que venden Fab de México, Coca Cola importada de Iguala, junto con tamarindo, chiles, Chocolate Abuelita, y otros productos de México (“la Coca de México es mejor que la de aquí”, explica un mexicano en Pennsylvania). En un pueblo perdido de Nebraska hay una nueva estación de radio que alarma a los residentes, ya que es para mexicanos y transmite en un idioma que no se solía hablar en esas tierras hasta muy recientemente.
La creciente presencia mexicana se sigue registrando en las grandes urbes estadunidenses, manifestándose en hechos como que el noticiero televisivo con mayor audiencia en Nueva York se transmite en español, y que tres de las cinco estaciones más grandes de radio en Los Ángeles también hablan en el idioma del sur del Río Bravo. Gran parte de las ciudades del país cuentan con por lo menos un diario en español y varias tienen hasta dos en respuesta a un creciente número de lectores hispano parlantes en general, y mexicanos en particular.
Los mexicanos que llegan a este país no son sólo víctimas de una desesperación económica, de políticas que los expulsan de sus tierras de origen, de un sistema de explotación de su mano de obra aquí, sino protagonistas del cambio social tal vez más importante de los últimos tiempos en Estados Unidos. En cada esquina de este país, los mexicanos y otros inmigrantes están encabezando lo que podría describirse como un gran movimiento democratizador dentro del país que goza en describirse como la “más grande democracia del mundo”.

Desde Iowa y Nebraska, Missouri y Kansas, Ohio, Michigan e Illinois en el mero centro del país, a Georgia, Carolina del Norte, Tennessee, Florida y Alabama en el sur profundo, al estado de Washington, Oregon y California al oeste, y Nueva York, Nueva Jersey y Pennsylvania al este, hay batallas cotidianas para defender los derechos civiles, laborales y humanos. En suma, se puede decir que los inmigrantes mexicanos están al frente, o participan junto con refugiados económicos y políticos de otras esquinas del mundo, en las principales y más dinámicas luchas sociales dentro de Estados Unidos.
Cuando el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU, por sus siglas en inglés), el más grande dentro de la central laboral AFL-CIO, lanzó su nueva campana esta semana para demandar empleos de tiempo completo, con seguros de salud y pensiones para los “janitors” (trabajadores de aseo comercial) de Washington DC hasta Boston, la oradora principal en la manifestación para inaugurar el esfuerzo fue una mexicana indocumentada.
De hecho, el vicepresidente de SEIU es Eliseo Medina, hijo de mexicanos, y un veterano de las luchas del sindicato de los jornaleros de Cesar Chávez. Ahora, Medina es una de las principales figuras en la lucha nacional por los derechos de los inmigrantes y a favor de la amnistía.
Los jornaleros y los “janitors” encabezan luchas en los campos y las ciudades de California; los pineros de Oregon, los pizcadores de manzana del noroeste, los trabajadores de servicios desde Los Angeles a Washington, DC, los indígenas otomíes que cosechan la cebolla en Georgia, los trabajadores de empacadoras de carne de pollo en Arkansas, Carolina del Norte, Texas y Georgia, los que cosechan jitomates y pepinos en Ohio y Michigan, los que cosechan hongos en Pennsylvania, los trabajadores de las industrias hoteleras y de restaurantes desde Las Vegas a la ciudad de Nueva York –los inmigrantes mexicanos forman parte de un movimiento de trabajadores resucitado, de organización comunitaria, de defensa de medio ambiente, de demanda por educación, salud y vivienda–. Representan, igual que los inmigrantes que pasaron por aquí desde todas partes del mundo durante los últimos dos siglos, un renacimiento de la lucha popular estadunidense.
Tan vital es su presencia que el propio sector empresarial de este país ha tenido que reconocer que la economía estadunidense ya no puede funcionar sin la mano de obra de los trabajadores inmigrantes, particularmente la de los mexicanos. “Si mañana regresamos a casa a todos los inmigrantes indocumentados, la economía de Estados Unidos se detendría”, declaró Thomas Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos este año. De repente, los empresarios del sector de servicios, restaurantes y hoteles, de procesamiento de carnes, y tantos más, se suman a la defensa de los inmigrantes y hasta por la amnistía de los indocumentados. No lo hacen por samaritanos, sino por necesidad. La Cámara calculó que el sector privado necesitará más de 12 millones de trabajadores en el sector de servicios durante esta próxima década y que esta mano de obra no está disponible dentro de este país.
Cuentan que los políticos de Georgia negociaron con la migra para suspender las redadas dos meses antes de los Juegos Olímpicos de Atlanta para que los obreros mexicanos pudieran terminar a tiempo la construcción de las instalaciones. Los políticos republicanos presionaron en Nebraska para suspender el programa más efectivo de la migra contra indocumentados al darse cuenta que la industria de carnes no podía funcionar sin la mano de obra mexicana. Se dice que el senador republicano Jesse Helms no ha hecho ninguna declaración contra inmigrantes ya que su estado, Carolina del Norte, ahora depende de ellos. En uno de los restaurantes franceses más famosos del Greenwich Village en la ciudad de Nueva York, el menú ya ofrece algunas especialidades mexicanas elaboradas en una cocina en donde el idioma que predomina es el español mexicano.
El pueblito de El Cenizo, a un lado de Laredo, es noticia nacional cuando su gobierno municipal declara que sus sesiones serán realizadas en español, ya que tenía que decidir “entre el ingles o la democracia” para sus habitantes.
Por su presencia creciente, la política en Estados Unidos cada día es mas bilingüe –hasta los presidentes tienen que aprender algunas palabras en español–. Todos saben que el sector de la población con mayor crecimiento es el “hispano”, impulsado por los mexicanos.
Este fenómeno también se manifiesta en otros niveles de esta sociedad. Los inmigrantes mexicanos no sólo son trabajadores. Hay desde los pobres que se hicieron millonarios, como el zacatecano Rey del Tomate, hasta el guanajuatense Luis de la Garza, empresario multimillonario de Dallas; también hay corredores mexicanos en Wall Street, empresarios medianos de cadenas comerciales, figuras publicas como Jorge Ramos, el locutor del noticiero nacional de Univision, así como artistas dentro del mundo cultural y expertos del más alto nivel en el mundo cibernético en lugares como Cambridge. También se está ampliando la presencia de empresarios mexicanos en el mundo de los negocios de Estados Unidos, como muestra la presencia de los intereses de Carlos Slim, los de Maseca (con la tortillería más grande del mundo en Los Ángeles) y los de Gigante.

Los inmigrantes están cambiando tanto a México como a Estados Unidos. De hecho, son los más avanzados en responder a la dinámica de la integración y ponen hechos donde los grandes expertos y los políticos dejan todo en palabras al responder a eso de la “cooperación bilateral” y de proyectos “binacionales”. Los indígenas oaxaquenos fueron los que establecieron la primera organización social binacional –el Frente Indígena Oaxaqueno Binacional– con presencia en California, Baja California y Oaxaca. De hecho, están construyendo una realidad de este lado que se llama “Oaxacalifornia”. Ellos, así como diversas otras asociaciones de paisanos provenientes de diversas entidades de México, son la vanguardia en generar proyectos económicos binacionales, y sus redes son más eficaces a nivel bilateral que cualquier instancia oficial. Sus contribuciones han cambiado el panorama urbano y rural estadunidense; rescatando, con su vitalidad, no sólo colonias y pueblos enteros del lado norte del Bravo, sino también zonas marginales en México. De hecho, se puede comprobar que los trabajadores inmigrantes aquí tienen más “confianza” en su país que los ricos de México. Mientras que los ricos sacan su dinero para depositarlo en Estados Unidos (más de 40 mil millones de dólares, reportó La Jornada), los mexicanos pobres envían entre 6 y 10 mil millones de dólares en remesas a su país.
Un inmigrante mexicano en Seattle, Washington, cuenta que algunos de sus paisanos ya trabajan en Alaska, con lo cual se comprueba, bromeo otro mexicano, que el flujo migratorio histórico desde Siberia a través del Estrecho de Bering a las Américas ya va de regreso.
Aquí hay fenómenos donde los más débiles, los más pobres y los más necesitados están rescatando a los más fuertes, los más ricos y, resulta, también muy necesitados.