miércoles, febrero 28, 2007

Declaración de la Selva Lacandona



Declaración de la Selva Lacandona
Hoy Decimos ¡Basta!

Al pueblo de México:
Hermanos mexicanos:
Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de las leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos.
Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias. Son los mismos que se opusieron a Hidalgo y a Morelos, los que traicionaron a Vicente Guerrero, son los mismos que vendieron más de la mitad de nuestro suelo al extranjero invasor, son los mismos que trajeron un príncipe europeo a gobernarnos, son los mismos que formaron la dictadura de los científicos porfiristas, son los mismos que se opusieron a la Expropiación Petrolera, son los mismos que masacraron a los trabajadores ferrocarrileros en 1958 y a los estudiantes en 1968, son los mismos que hoy nos quitan todo, absolutamente todo.
Para evitarlo y como nuestra última esperanza, después de haber intentado todo por poner en práctica la legalidad basada en nuestra Carta Magna, recurrimos a ella, nuestra Constitución, para aplicar el Artículo 39 Constitucional que a la letra dice:
"La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno."
Por tanto, en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente
DECLARACION DE GUERRA
al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari.
Conforme a esta Declaración de guerra pedimos a los otros Poderes de la Nación se aboquen a restaurar la legalidad y la estabilidad de la Nación deponiendo al dictador.
También pedimos a los organismos Internacionales y a la Cruz Roja Internacional que vigilen y regulen los combates que nuestras fuerzas libran protegiendo a la población civil, pues nosotros declaramos ahora y siempre que estamos sujetos a lo estipulado por las Leyes sobre la Guerra de la Convención de Ginebra, formando el EZLN como fuerza beligerante de nuestra lucha de liberación. Tenemos al pueblo mexicano de nuestra parte, tenemos Patria y la Bandera tricolor es amada y respetada por los combatientes INSURGENTES, utilizamos los colores rojo y negro en nuestro uniforme, símbolos del pueblo trabajador en sus luchas de huelga, nuestra bandera lleva las letras "EZLN", EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL, y con ella iremos a los combates siempre.
Rechazamos de antemano cualquier intento de desvirtuar la justa causa de nuestra lucha acusándola de narcotráfico, narcoguerrilla, bandidaje u otro calificativo que puedan usar nuestros enemigos. Nuestra lucha se apega al derecho Constitucional y es abanderada por la justicia y la igualdad.
Por lo tanto, y conforme a esta Declaración de guerra, damos a nuestras fuerzas militares del Ejército Zapatista de Liberación Nacional las siguientes órdenes:
Primero.- Avanzar hacia la capital del país venciendo al ejército federal mexicano, protegiendo en su avance liberador a la población civil y permitiendo a los pueblos liberados elegir, libre y democráticamente, a sus propias autoridades administrativas.
Segundo.- Respetar la vida de los prisioneros y entregar a los heridos a la Cruz Roja Internacional para su atención médica.
Tercero.- Iniciar juicios sumarios contra los soldados del ejército federal mexicano y la policía política que hayan recibido cursos y que hayan sido asesorados, entrenados, o pagados por extranjeros, sea dentro de nuestra nación o fuera de ella, acusados de traición a la Patria, y contra todos aquellos que repriman y maltraten a la población civil y roben o atenten contra los bienes del pueblo.
Cuarto.- Formar nuevas filas con todos aquellos mexicanos que manifiesten sumarse a nuestra justa lucha, incluidos aquellos que, siendo soldados enemigos, se entreguen sin combatir a nuestras fuerzas y juren responder a las órdenes de esta Comandancia General del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional.
Quinto.- Pedir la rendición incondicional de los cuarteles enemigos antes de entablar los combates.
Sexto.- Suspender el saqueo de nuestras riquezas naturales en los lugares controlados por el EZLN.
PUEBLO DE MEXICO: Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático.
INTEGRATE A LAS FUERZAS INSURGENTES DEL EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL
Comandancia General del EZLNSelva Lacandona, Chiapas, México.Año de 1993

lunes, febrero 19, 2007

La lealtad del general solitario


"Ramo de rosas para el fusilado" Octavio Paz, Piedra de sol

Por Adolfo Gilly
citado de la Jornada
Febrero 19, 2007

El 9 de febrero de 1913 un golpe militar, cuyas cabezas políticas eran el general Bernardo Reyes y el general Félix Díaz, intentó derribar al presidente Francisco I. Madero. Los cadetes del Colegio Militar apoyaron al presidente Madero en su marcha desde el Castillo de Chapultepec hasta Palacio Nacional. Los sublevados, al mando de Félix Díaz, se atrincheraron en la plaza fuerte de La Ciudadela. Bernardo Reyes había muerto en los primeros enfrentamientos. Madero designó jefe de las fuerzas leales a su gobierno al general Victoriano Huerta, jefe militar que desde tiempo atrás conspiraba contra él, dentro de la sorda guerra de intrigas interiores que vivía el Ejército federal desde los acuerdos de Ciudad Juárez.
Ese mismo día 9 de febrero, recuerda Friedrich Katz en un ensayo reciente, "Madero tomó una decisión que no sólo era peligrosa sino que, en cierto modo, podía considerarse temeraria. En un automóvil con unos cuantos hombres, sin escolta militar, Madero se trasladó a Cuernavaca donde estaba Felipe Angeles con sus tropas. Era una empresa muy riesgosa y llena de peligros, dado que grandes trechos de la ruta entre ambas ciudades estaban bajo el control o bajo ataques frecuentes de tropas zapatistas hostiles a Madero. Poco después, Madero regresó de Cuernavaca a la ciudad de México junto con Angeles y el grueso de sus tropas".
(Aunque, pensándolo bien, tal vez ir en un solo auto y sin escolta era el modo más seguro para que Madero se lanzara en plena guerra al riesgo de cubrir el trayecto entre ambas ciudades y llegar a tiempo.)
Madero y Angeles entraron a la ciudad el día 10 de febrero por el rumbo de Xochimilco y Tepepan, donde los esperaba el general Angel García Peña, ministro de Guerra. El presidente ordenó a éste tomar el mando de las tropas leales y designar a Felipe Angeles -único en quien en verdad confiaba, según lo mostraba su audaz viaje a Cuernavaca- como jefe de su Estado Mayor a cargo de las operaciones. Por resistencias en los mandos superiores del Ejército federal, de estirpe porfiriana, esta orden no fue cumplida por el general García Peña. Angeles, se decía, era apenas general brigadier.
El mando quedó a cargo del general de división Victoriano Huerta. Este, como es sabido, entró en tratos secretos con Félix Díaz, tratos que culminaron en el Pacto de la Embajada con el beneplácito del embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson; el apresamiento del presidente Madero, el vicepresidente José María Pino Suárez y el general Felipe Angeles; la renuncia de Madero y Pino Suárez, el 19 de febrero, y el asesinato de ambos, el 22 de febrero. El general Angeles fue enviado al exilio en Francia, de donde regresó en octubre de 1913 para sumarse al Ejército Constitucionalista y al núcleo maderista dentro de la revolución, junto con varios de sus discípulos.
Unos años y muchas batallas después, en noviembre de 1919, el general Gabriel Gavira presidió el Consejo de Guerra carrancista que condenó a muerte al general Felipe Angeles por haberse sumado éste, a finales de 1918, a las fuerzas de Pancho Villa que todavía operaban en el norte. En su defensa ante el tribunal, Angeles persistió en declararse partidario y amigo de Francisco I. Madero. Años más tarde el mismo general Gavira anotaba en sus memorias que, cuando el golpe de febrero de 1913, mientras todos los altos mandos federales conspiraban contra el presidente Madero, el general Angeles se había mantenido leal a éste y había sido "el único que cañoneaba efectivamente la Ciudadela, desde la calzada de la Reforma".
Si el 9 de febrero ha sido declarado Día de la Lealtad por la marcha de los cadetes del Colegio Militar en apoyo al presidente Madero, con mayor razón debe recordarse en ese día al general Felipe Angeles, a quien el presidente acudió en la hora en que sus generales lo abandonaban y con quien compartió en la prisión de Palacio Nacional las últimos horas de su vida antes de ser asesinado.
Felipe Angeles, artillero, matemático, escritor, vivió y murió obsesionado por el legítimo temor de que Estados Unidos -país al cual sin embargo admiraba, habiendo vivido años de exilio y de trabajo entre su pueblo- se apoderara de más territorio mexicano o subordinara la soberanía mexicana a su imperio. Su adversario irreconciliable desde 1914, Venustiano Carranza, desde posiciones diferentes compartía esa obsesión, heredada después por militares tan diversos entre sí como Lázaro Cárdenas y Joaquín Amaro.
Esta preocupación es hoy más legítima que nunca, cuando el gobierno de México cede jurisdicción -atributo irrenunciable de la soberanía- al deportar a Estados Unidos a individuos sometidos a la justicia mexicana; cede soberanía, al permitir el ingreso de fuerzas policiales de ese país para actuar libremente en nuestro territorio; subordina a los intereses de Estados Unidos la vigilancia de las fronteras, al permitir el trato represivo y denigrante dado en territorio mexicano a los migrantes centroamericanos que van al norte; acepta que el territorio de México forme parte del "área de seguridad" de Estados Unidos, y, entre otras cesiones de soberanía, se dispone a entregar al extranjero el subsuelo territorial y marítimo del país y sus recursos energéticos.
Colofón: trabajo en estos tiempos, como algunos colegas saben, en una biografía de Felipe Angeles, documentada y ajena a las historias de héroes y villanos. El general, a juzgar por sus textos conocidos, tenía el gusto y el don de escribir bien. Es mi fundada conjetura que durante épocas de su vida llevó un diario personal. Si existe, ¿dónde está? Por otra parte, mis investigaciones me permiten suponer que en archivos personales o familiares se conservan cartas y escritos no conocidos del general o de su esposa, Clara Kraus. ¿Es demasiado pedir, desde aquí, a sus posibles descendientes o amigos que, si tal es el caso, se comuniquen con este investigador a la dirección electrónica o postal de La Jornada?