Una traición de Estado
Citado de Periodico El Universal 31 de mayo del 2006
Autor:juanmolinarhorcasitas@hotmail.com
Diputado federal (PAN)
"Elección de Estado" es un mexicanismo surgido del argot de los politólogos mexicanos. La expresión no se usa, ni se entiende, en ningún otro país. Aquí, en México, significa una elección no democrática, sin competencia, porque todos los factores relevantes se han sesgado, usando el poder del Estado para que el partido del gobierno gane sin remedio. Una elección de Estado requiere que el gobierno tenga el control de las autoridades electorales. En el periodo clásico del autoritarismo mexicano esto se lograba porque el equivalente al IFE era la Secretaría de Gobernación, y el equivalente al tribunal era el Colegio Electoral, en donde los propios candidatos priístas calificaban sus elecciones, votando con una mayoría apabullante de priístas contra un pequeño grupo de opositores. El contraste entre el pasado y el presente es enorme.
Una elección de Estado requiere que los recursos públicos financien de manera casi exclusiva al partido del gobierno, tanto por las vías legales como por las ocultas. En el pasado así era. En la actualidad, más de dos tercios de todos los recursos públicos destinados a los partidos van a las arcas de la oposición. Y en lo que hace a los recursos ocultos, se dice que los programas gubernamentales son usados para favorecer al partido del gobierno. Ese alegato trata de ocultar un argumento irrebatible: en la actualidad existe la máxima transparencia en el uso de recursos gubernamentales. Usted, lector, por ejemplo, puede conocer completos y detallados los padrones de todos los beneficiarios de todos los programas sociales del gobierno. Y esos padrones se han venido depurando de manera abierta, transparente y legal.
Una elección de Estado requiere que los medios de comunicación sean controlados por el gobierno, como ocurría hace décadas en México. Actualmente, la oposición tiene mayor acceso a los medios de comunicación y el periodismo mexicano es libre y plural. Algunos periódicos son abiertos apoyadores de la oposición. Otros, son al menos tan críticos con el gobierno como lo son con la oposición. Otros más han pasado de ser críticos del gobierno a ser criticones. Eso sucede en elecciones democráticas, no en elecciones de Estado.
Como se ve, la verdad es que el argumento de las elecciones de Estado es una tontería que no resiste el menor análisis conceptual, y en ese terreno debe desestimarse como una frivolidad. Pero en el terreno político, y sobre todo en el debate mediático, es una amenaza que debe atajarse. Los intelectuales tienen un papel que jugar aquí. Un papel que debe surgir de su compromiso con la verdad. Las autoridades, por su parte, tienen una obligación aún mayor. Los consejeros del Instituto Federal Electoral y los magistrados del Tribunal tienen que salir a la defensa de su honor y de las instituciones que dirigen. La patraña de las elecciones de Estado es una afrenta directa a los principales responsables de asegurarnos a todos los mexicanos que las elecciones, que tan caras nos resultan, sean elecciones libres, competitivas, democráticas.
El IFE ha respondido de una manera un poco más clara que el Tribunal, pero hasta ahora insuficiente. Esperemos que en su próxima sesión de Consejo General y en las salidas públicas de sus consejeros y de su presidente, atajen con firmeza la mentira de la elección de Estado.
El Tribunal, en cambio, ya cometió un error al convertirse en censor de mensajes que, a su juicio, afectan negativamente la elección. Si se mantiene callado y omiso en este tema cometería un error más grave aún. Lo que está haciendo es mantenerse impávido ante el único mensaje que realmente pone en riesgo la elección presidencial del 2006: el de la elección de Estado y la amenaza de no aceptar los resultados. Y no se trata de que el Tribunal censure a Roberto Madrazo Pintado y a Andrés Manuel López Obrador. Se trata de que conteste sus infundios, de que el Tribunal use su capacidad de comunicación masiva para defender la limpieza de la elección.
Finalmente, alguien debe decirlo: invalidar la elección de 2006 porque se va perdiendo, a pesar de que se sabe que es una elección democrática, es una traición. Traición al Estado. Al Estado democrático.
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